Los explicadores de chistes

     En todos los grupos de personas (barras de amigos, trabajo, cola de supermercado entre otros) siempre hay un gracioso y en algunos casos varios. Estos personajes a su vez se subdividen en grupos bien marcados: está el bromista, pesado como pocos, el rápido para poner apodos, el que hace de las anécdotas verdaderos shows, el que tiene facilidad para las imitaciones caseras, parodia al jefe, al diariero o a su primo con una facilidad increíble aunque es incapaz de imitar a Raphael y así hacer de su habilidad un trabajo y por último está el contador de chistes ese que siempre aparece, aunque sea en un velorio.  Si investigamos dentro de este subgrupo encontramos al que es sin lugar a dudas es el conjunto de gente más insoportable que existe junto con los australianos, los colectiveros y los cantantes de cumbia: los explicadores de chistes.

        El modus operandi de los explicadores de chistes es sencillo y lo siguen indefectiblemente cual asesino serial.  Primero te cuentan el chiste en cuestión, por caso el que van Chackie Chan, Chuck Norris y Van Damme en un bote a pescar y cuando deciden el lugar Chakie dice: che Chuck tirá el ancla y este le responde no, ya ancló Van Damme.  Ante la ausencia de risa no consideran en ningún momento que el cuento en cuestión es pésimo dan por hecho que no fue entendido y consecuentemente lo explican.  “Ya ancló, yan-cló Van Damme, ¿entendés?, como el nombre, yan-cló suena igual que Jean Claude,  ¿entendiste ahora?”, te repite y vos que lo comprendiste a la perfección,  caballerosamente sonreís al tiempo que pensás que el chiste es patético.  Si por el contrario te reís porque te causan mucha gracia los chistes boludos, el explicador inicia un proceso aún más insoportable: cada vez que te vea repetirá hasta el cansancio el final del chiste.  En resumen, cada vez que se cruce con vos te dirá riéndose “ya ancló Van Damme” buscando tu complicidad.

     Como en toda regla hay una excepción y en este caso hay claros ejemplos.   En alguna parte de un espectáculo, Luis Landriscina decía, antes de su sección de chistes de gallegos, que sobre los españoles había dos grandes mentiras: que todos eran gallegos y que estos eran todos brutos; esta mínima explicación previa y a su vez queda graciosa en la entonación de él espelucado contador de cuentos.  Por ejemplo yo puedo decir que el alcalde de Lepe le pintó a sus patrulleros el nombre de Julio Iglesias porque cuando fue a Inglaterra vio que los de ese país decían Police, pero si previamente no aclaro que Lepe (valga la redundancia) es una ciudad de la provincia de Huelva de la que se hacen en España los mismos chistes que en el resto del mundo se hacen sobre los españoles, el chiste carecerá de gracia para el que desconozca este detalle.  Por eso es buena una explicación previa que pone al oyente del chiste en situación y además evita interrupciones odiosas.

     Los explicadores de chistes no conciben de ninguna manera la ausencia de risa o de entendimiento.  Sus gracias tienen que provocar tu carcajada sino se frustra y si bien cada contador de cuentos persigue el mismo objetivo hay caminos bien diferentes para lograrlo.  El chiste debe entenderse por si solo, sin necesidad de repetir el final hasta que el oyente al menos mueca de sonrisa.  Si el chascarrillo es bueno o no eso lo determina la subjetividad lo importante es que una vez terminado, termine (valga la redundancia).  No me avergüenza confesar que en ocasiones no entiendo algunas bromas, pero en esa incomprensión está el desafío de entenderlo por mi mismo y me río cuando por fin lo interpreto, aunque hayan pasado horas (o días) y el contador de cuentos se haya retirado. En fin. Explicadores de chistes: a ver si de una vez y para siempre entienden que, como yo, hay muchas personas que no soportamos que otras, como ustedes, nos expliquen los chistes que no entendamos o lo que es peor, nos repitanlas gracias que si comprendimos, ad eternum.