El 21 de octubre se celebra en España el “Día de las vírgenes” (especie en extinción, por cierto), aunque en Mallorca es de los pocos sitios de este país dónde se le da cierta importancia. Los chicos cantan serenatas, regalan claveles a cambio de los tan preciados buñuelos, según marca la tradición. Con el paso del tiempo y la ya sabida escasez de vírgenes, las panaderías instalan en sus puertas grandes sartenes dónde regalan dichos pasteles a cambio de 5 euros el kilo.
El 23 de abril (según
El hombre es un animal de costumbres y los comerciantes lo saben, por eso las casas de disfraces duplican sus ventas en carnaval y en halloween, las florerías venden mucho el día de los muertos y en San Valentín, fecha que también aprovechan los vendedores de lencería, los sex shop y los restaurantes afrodisíacos y, el día del niño los jugueteros son más felices que los propios homenajeados. El día del padre y el de la madre, son diversos los rubros beneficiados, lo mismo que en navidad y en reyes, sin olvidar que en mi cumpleaños las mercerías de mi barrio agotan las existencias de calzoncillos y medias, y las perfumerías las de “Pino Colbert” (siempre hay una tía que no tiene en cuenta que los chicos crecen).
Algunas costumbres me atrapan (será por mi humana condición) casi contra mi voluntad: cumplo mi obligación de hijo el día de la madre y el del padre, con la de marido en los aniversarios, compro bombachas rosas en nochebuena y rojas en fin de año, le pongo pasto, agua y un cacho de pan dulce a Baltasar –mi rey mago favorito- y su camello, y el día del niño me siento en el cordón de la vereda a esperar en vano con mi complejo de Peter Pan a cuestas.
Por todo lo dicho anteriormente, no sería de extrañar que en un futuro no muy lejano, un domingo nublado de otoño o un sábado radiante de verano y con el beneplácito de los vendeores de guantes y los fabricantes de flechas,los cobradores de deudas instauren, sin ponerse colorados,el día del arquero.