Persevera y triunfarás


Sabido es para los habituales lectores de este humilde espacio que aquí se suelen mezclar historias reales con algunas que no lo son tanto. En este caso la realidad vuelve a ocupar protagonismo, aclarando sin embargo que los nombres han sido cambiados, para proteger la identidad de los protagonistas, en algún caso y por olvido del autor en otros (y los años no vienen solos). Hecha esta aclaración a modo de introducción o más bien de relleno, ésta es la historia.
Corría el año 1998, Sandro y el Negro disfrutaban de su incipiente independencia y su departamento era el punto ineludible de reunión antes de salir los sábados. Allí concurrían asiduamente Tincho, el Gordo, Melchorri, Gaby, el Cabeza y el Usuario anónimo que saluda a su vieja a tomar algunas bebidas sobre todo con el objetivo de ir calentando el garguero para más tarde. Desde el célebre 8º E partían rumbo hacia el bar de siempre por varios motivos: tenía un poco de onda, se llenaba un poco, solía aparecer alguna que otra novia perdida y la cerveza era más barata que en otros bares.
Ya en el lugar se encontraban casi siempre con las mismas personas, una de ellas –involuntaria protagonista de ésta historia-, llamada Sil (denominada así por culpa de los borrachos recovecos de la memoria que impiden recordar si era Silvia, Silvana o Silvina) y posible novia de alguno de ellos, con la que se producía esta habitual conversación y no menos surrealista conversación:
-Holaaa Sandro ¿como estás?
-Acá estoy como León Gieco: viejo, solo y borracho

….Siete días más tarde……..
-Holaaa Sandro ¿como estás?
-Acá estoy viejo, solo y borracho
-Ahhhh como Víctor Heredia
-No como León Gieco

...una semana después...
-Holaaa Sandro, ¿seguís como Víctor Heredia?
- Como Gieco, Sil, como Gieco…

Esta misma situación se siguió repitiendo por varios sábados e incluso llegó a producirse algún viernes y no se sabe a ciencia cierta cuando fue que terminó, aunque se sospecha que fue el día en que Sandro cambió el saludo. Algunos investigadores privados y también testigos de dudosa credibilidad (como el cartonero Báez) afirmaron que concluyó una lluviosa noche de agosto cuando, en un avanzado estado etílico, Roberto se dio por vencido:
-Holaaa Sandro ¿Cómo estas?
-Como siempre: viejo, solo y borracho
-ah igual que Víctor Heredia
- Si, Sil igualito, igualito…..

Llegó el verano

Ya pasó la nochebuena, ya pasó la navidad (“y el regalo de papá” prometido al final nunca llegó -ja-), ya pasaron Melchor, Gaspar y el negro Baltasar, y así sin darnos cuenta y sin aviso previo llegó el verano (o el invierno según dónde lea esto). Nos distraen con lucecitas, papanueles, arbolitos y cuando queremos acordar estamos a 40 grados a la sombra y con el pescado sin vender.
Llegó el verano y todavía no sabe que hacer en las vacaciones: mar o montaña, Punta o Mardel, tinto o blanco y todo esto por estar más preocupado por las fiestas que por decidir estas cuestiones fundamentales para sobrevivir en la temporada estival. Así enero nos encuentra sin destino fijo, sin decidir definitivamente si ver la de Corona o la de Sofovich, con la dieta en “mañana empiezo” e intrigado por saber si ese “vecino tuyo” entra o no en “Gran Hermano”. Llegó el verano, y usted lector, preocupado por las navidades no se enteró y eso que en crónica lo avisaron con tiempo. Llegó el verano y con él, calor, humedad, movileros en la playa, programas pedorros desde la costa, canciones pasajeras con coreografía incluida, todo esto y mucho más habrá que soportar en los próximos dos meses, esto y algunas cosas buenas que seguramente se habrán enumerado en algún otro espacio.
Llegó el verano y a este humilde cronista (o sea yo) no lo (me) agarra desprevenido porque tiene (tengo) puesto ya la bermuda floreada, la camisa hawaiana, la cámara de camión, la garrafita para calentar la pava y el barrenador de telgopor en el baúl del auto desde octubre o noviembre dispuesto a poner rumbo hacia Punta…Punta Lara obvio.